lunes, 17 de febrero de 2014

Un cole abierto a las estrellas



Hace unos cuatro años, los niños del colegio público Peñaluenga apenas tenían conciencia de que existiera un mundo más allá del municipio de El Castillo de las Guardas (Sevilla), de unos 1.500 habitantes. Pero este curso han salido de él para trasladarse a nada menos que 807 millones de kilómetros de la Tierra, con una misión urgente: “despertar” a la nave espacial Rosetta del sueño en el que llevaba sumida desde 2011, para que pueda dirigirse a investigar a un cometa con un nombre muy poco andaluz, el 67P/Churyumov–Gerasimenko.

No lo han hecho en persona, sino poniendo sus mentes y su ilusión en la elaboración de un vídeo, tal como había solicitado la Agencia Espacial Europea en un concurso para los escolares del continente. Con su trabajo, los chicos del Peñaluenga han conseguido situarse cuartos entre las diez propuestas más votadas.




Bravo por el vídeo. Pero mucho más por el interés de quienes decidieron abrirles la puerta a ese más allá, señalando al infinito. “Algunos de estos chicos son hijos de guardeses de algún cortijo y sus principales oportunidades de futuro pasan por lo que la escuela haga por ellos”, explica Jesús Campos, el profesor de Geografía e Historia que, según su expresión, “está de director”. La escuela puede atenerse al guión que marcan los libros de texto, basados en “los intereses de las editoriales, que a su vez atienden a los intereses de otros colectivos, otras capas de la sociedad que no son este tipo de niños”. Pero también puede buscar formas alternativas de cumplir con el curriculum oficial que marca la administración.


En los inicios de esa búsqueda, Jesús encontró muchos materiales acumulados por generaciones de profesores y, con la ayuda de la madre de un alumno, comenzó a montar un laboratorio de ciencia. Siguió el apoyo del resto de profesores y padres y también de la administración. Guiados por la máxima de que “la mejor forma de aprender es haciendo”, ahora tienen una estación meteorológica, un huerto que cultivan los más pequeños y un proyecto en el que los niños construyen barómetros, anemómetros, termómetros y veletas porque, con el aprendizaje lineal de los libros “van estudiando durante trece años todo el tema de medidas meteorológicas, pero después les preguntas y no lo saben”. 
Con esta aproximación más práctica (e indudablemente más trabajosa), el objetivo es “lanzar las preguntas y que las respuestas surjan de ellos. Las van a encontrar utilizando un poco el método científico”. La estimulación y la sorpresa aumentan exponencialmente, porque “hay niños que, con las propuestas curriculares tan lineales, no aprenden nada y, de esta manera, aprenden muchísimo. Cada uno a su manera. Y esto además es un método para atender a la diversidad bastante más potente”.


En esa nueva ruta asfaltada de ciencia, el Peñaluenga se ha convertido en una referencia educativa en toda la comarca. Participó en una teleconferencia con la Estación Espacial Internacional, ha organizado un curso de formación de profesores, expone sus actividades en un blog y planea organizar una Feria de la Ciencia. 

Pero lo más importante es que sus alumnos crecerán sabiendo que, más allá de sus techos, existen estrellas, planetas y asteroides repletos de secretos que desentrañar.